La inoportuna lluvia de primera hora de la mañana nos deja este domingo compuestos y con las bicis en el trastero. Pero puestos a ordenar las cajas acumuladas post-terremotos, me he encontrado con estas pequeñas joyas:
Mis primeras licencias, no federativas aún, pues la actual FEDO era la AECO (Agrupación Española de Clubes de Orientación) de las temporadas 96-97 y 97-98, en la categoría de H-16, y mi carnet de socio nº 80 del Club Lorca-O.

Indagando por esto de internet, he dado con las clasificaciones de aquellos años en los que se corría con tarjeta de cartón, los parciales sólo los comprobaban los "pros" que llevaban pulsómetros con memoria para varios laps, al campeón de la liga se le entregaba un traje de corredor con la inscripción de CAMPEÓN, yo "corría" con botas de montaña y chandal de algodón, con la brújula colgando del cuello y lo de correr y/o entrenar entre semana era una ilusión en nuestra mente.
Como nos ha pasado a la mayoría de los orientadores que conozco, el salto a la categoría H18, unido a las primeras salidas nocturnas, dan como resultado que a la tercera carrera que haces sin recogerte, que tienes que parar el coche un par de veces para vomitar, y en la que te ves el último de todos y con la cara más pálida que Andrés Iniesta, hace te olvides por una temporada de la orientación.
Pero todo lo malo termina, las hormonas se relajan y tras los primeros años universitarios el gen de la orientación se vuelve a desperar, y fue en el año 2.003 cuando me reenganché a este maravilloso deporte.
Desde entonces, los compañeros, el sportident, el garmin, la brújula de dedo, los blogs de orientación, los viajes a la liga nacional y al WOC, no han hecho sino que la pasión por la orientación aumente hasta convertirse en una de mis ways of life.